sábado, 18 de abril de 2009

Canción de Otoño en Primavera

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste historia de mi corazón.

Era una dulce niña, en este mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura; sonreía como una flor.

Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño. Ella, naturalmente, fue,

para mi amor hecho de armiño,Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más halagadora y expresiva,

la otra fue más sensitiva cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé...

Y te mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión;

y que me roería, loca, con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad,

mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén,

sin pensar que la primavera y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras siempre son,

si no pretextos de mis rimas fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar!

Más a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris, me acerco a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

Autor: Rubén Darío

1 comentarios:

Anónimo dijo...

el alba de oro ha de ser nuestra, no quepa duda

darío siempre, ¡sí!

 
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